La inseguridad tiene solución. La Argentina puede lograr reducir sus altos índices delictivos y terminar con la violencia criminal en las calles.

En esas ideas centrales coincidieron tres especialistas en materia de seguridad que, convocados por LA NACION, debatieron propuestas para combatir con eficacia el delito.
Durante casi dos horas, Norberto Quantín, ex fiscal y ex secretario de Seguridad Interior de la Nación; Guillermo Montenegro, ex juez federal y actual ministro de Justicia y Seguridad porteño, y Alejandro Isla, antropólogo investigador del Conicet y director de Antropología Política y Violencia en Flacso, intercambiaron ideas sobre las formas eficaces para mejorar la seguridad interna del país. El ministro de Seguridad de Buenos Aires, Carlos Stornelli, fue invitado a debatir, pero decidió no participar.
No todo fue consenso: no hubo acuerdo sobre la baja de imputabilidad penal para los menores, que sí apoyarían Quantín y Montenegro si es que profesionales idóneos establecen cuál es el grado de conciencia que, de sus actos, tiene la población infanto-juvenil que podría quedar dentro del nuevo límite de punibilidad. Aunque con matices, los tres juzgaron de ineficaces las políticas de mano dura para repeler el crimen.
-¿Tiene solución el problema de la inseguridad?
Norberto Quantín: -No tiene una solución total, como no la tiene la enfermedad. Se puede tener mejor salud y mejor seguridad. Para ello debemos contar con estadísticas e índices delictivos confiables. El diagnóstico actual es malo: la inseguridad crece, el delito se vuelve más violento y hay más bandas. El desamparo y la exclusión se extienden. Hoy la escuela no existe y se ha perdido la autoridad. Vamos perdiendo civilidad y nadie hace nada para rescatar lo que se nos va. Les estamos quitando a los chicos salud, cultura y futuro.
Alejandro Isla: -La inseguridad es una cuestión política. El punto inicial para resolver la cuestión es poner el delito a la altura de lo que es: un problema de Estado. Y separarlo de cuestiones partidarias y provinciales. Armar sobre la base de consensos políticas específicas de largo aliento con relación a la violencia delictiva y la inseguridad. Y llegar a un acuerdo general entre la Justicia, el Congreso y el Poder Ejecutivo. Ese es un paso fundamental. Las marchas y contramarchas con los cambios de funcionarios hacen mal. Es primordial la estabilidad para llevar adelante una política integral de seguridad y poder revertir situaciones graves como la actual.
Guillermo Montenegro: -Es un tema muy complejo. El antibiótico contra la inseguridad son las políticas públicas a largo plazo. Antes se cambiaban las políticas públicas cuando cambiaba un gobierno; ahora cambian cuando se va un subsecretario. Así no hay posibilidad de éxito. No importa el color político si a partir del diagnóstico no fijamos cuatro o cinco metas claras entre todos para avanzar.
-¿Cómo cree que debería combatirse la inseguridad?
La inseguridad se expande con la iniquidad y la desigualdad. Lo más complicado es la desatención del Estado para con su población. Esto tiene que ver con la salud, la cultura, la educación. Hay que dejar de discutir política para discutir políticas. La seguridad no se logra corriendo al delincuente de lugar. ¿Cuáles son las cuatro fuerzas políticas que pueden llegar a tener un desarrollo en el tiempo? Ellas tienen que elegir dirigentes propios que sean sus referentes en educación, salud y seguridad y decir: "Durante 20 años los vamos a mantener allí". Hoy fracasan todas las políticas por falta de continuidad. Y empeora aún más al no haber diálogo y articulación entre la Nación, la ciudad y la provincia. La sensación es que todo el mundo está emparchando.
NQ: -Si las políticas públicas de consenso y las de Estado fallan, la política penal no sirve para nada. Lo importante es la educación, la familia, y un nivel de vida decente. Cada vez tenemos menos de todo esto. La situación es grave. El ladrón no roba sólo porque no tiene: generalmente, resiente la desigualdad. Cuando ve que el otro tiene todo y él no tiene nada se pone más violento y peligroso. Desarmando todas esas injusticias el cuadro puede cambiar.
-¿Por qué no hubo un diagnóstico certero sobre la inseguridad?
NQ : -Se hicieron demasiados diagnósticos...
GM : -Hoy no se sabe cuántos delitos con armas se producen, pero las causas están, las sabemos todos: faltan cinco colegios, dos centros de salud? Se sabe cuánta gente vive en una determinada villa y qué es lo que falta para que el Estado se haga presente ahí. Hay que decir: "¿Qué vamos a hacer? ¿Vamos a dejar que los chicos se sigan muriendo al costado del Riachuelo? ¿Vamos a seguirles dando sólo subsidios?
- ¿Se sabe, por ejemplo, qué porcentaje del delito en el país responde al crimen organizado y qué porción a hechos al voleo?
GM: -Para mí, las crisis financieras siempre gravitan en el delito en nuestro país.
NQ: -No creo que en la época del "corralito" haya aumentado el delito; quizá creció el índice de violencia. El que no es ladrón se las ingenia en la pobreza, pero no roba.
GM: -Las desigualdades tienen mucho que ver. Lo que pasa en la Capital y el conurbano es el rebote de las malas políticas socioeconómicas locales y de Sudamérica. Esto es una realidad. Hay una mala decisión económica en Chaco y las familias se desplazan adonde puedan estar mejor. ¿Cómo hacemos para que ese grupo poblacional no viva como vive? Las condiciones de vida que había en las villas hace 15 años nada tienen que ver con lo que pasa ahora. El diagnóstico está. Hay que decidir qué hacemos.
NQ: -La gente dedica todo lo que tiene para educar a sus hijos. Antes tenía una buena escuela pública, una buena universidad. Ahora la escuela pública tiene deficiencias muy serias. Cada vez va a haber una diferencia más grande entre el que no tiene nada y el que tiene muy poco, lo que agudizará aún más la desigualdad. Esto es lo que está dejando este gobierno, que es nefasto. Además, todo lo hace con una carga de odio, agresividad y combatividad que no se condice con una política de Estado seria, que quiera arreglar las cosas.
-¿Qué medidas estratégicas tomarían para resolver la inseguridad?
NQ: -Es interminable la lista, porque en 30 años no se hizo nada.
GM: -Hay que comenzar urbanizando las villas y tener presencia estatal. A las villas y los barrios más humildes lo que primero que tiene que llegar es la luz, la calle, el agua potable; el último recurso que tiene que llegar al barrio es la policía. Debe sentir que el Estado se ocupa de él. Si primero llegás con una comisaría es sólo para tener un conflicto.
Pensar que la inseguridad ataca al tipo que tiene es una mentira. El que menos tiene es quien más la sufre. Además, habría que generar una presencia policial distinta.
AI: -Propondría una política nacional para urbanizar las villas. Fortalecería muchísimo los colegios. Las escuelas son un punto nodal en el barrio, como centro de reunión y socialización, y sirven para la instalación de determinadas políticas. El maestro debería tener un rol diferente, no como ahora, que es un maestro "ómnibus". Debería haber un proyecto amplio y tener mayor presupuesto para incluir a los trabajadores sociales y psicólogos en las escuelas. Otra medida importante son las reformas policiales. Tenemos una policía muy cuestionada e involucrada en delitos muy graves, como secuestros, tráfico de drogas y protección de las bocas de expendio de productos robados. Esta tiene, además, una estrecha relación con la política local, sobre todo en el conurbano. Hay que atacar ambas problemáticas de forma simultánea. Y frenar con urgencia los desarmaderos ilegales.
-¿El endurecimiento de las penas disuade a la delincuencia?
NQ: -En general, no. Puede ser en un caso excepcional. En realidad, las penas le deberían doler al delincuente, pero a veces nuestros jueces, en sus fallos, entienden "podrá" en vez de "deberá" y sueltan a los delincuentes.
GM: -Las penas tienen que ser efectivas. Si se pone como castigo un mes que se cumple o tres que no se cumplen, ¿cuál pena es más efectiva? Muchas veces no se cumplen porque no se agarra a nadie.
AI: -Todo depende de qué tipo de delincuente hablemos. Por ejemplo, estos pibes que aparecen involucrados en crímenes de reciente repercusión pública, les ponés la horca o la pena de muerte y van a delinquir igual.
-Entonces, ¿qué se debe hacer?
GM: -Hay que educar a la gente. Si invierto todo el esfuerzo en construir cárceles, estamos aceptando que tenemos enfermos terminales.
AI: -Además, tarde o temprano van a salir de la cárcel. Hoy en día, un chico sale de la cárcel peor que como entró. La respuesta al delito debe ser multidisciplinaria.
NQ: -Debemos usar a todo el Estado para luchar contra la inseguridad. Porque acá cuando se habla de inseguridad sólo se nombra a la policía y a los jueces, pero no a todo el Estado.
-¿Cómo se evita que niños y adolescentes ingresen en el mundo del delito?
AI: -Hay que armar planes para jóvenes. Por eso es fundamental la escuela, donde se pueden hacer actividades deportivas y culturales, entre otras.
GM: -Hay que trabajar y meterse. Por ejemplo, hay orquestas integradas por chicos que viven en las villas, que son una maravilla y no muchos saben que existen. Al verlas te das cuenta de que el tipo tuvo la opción y eligió. El gran problema es cuando vos, que sos el Estado, no les das la opción. Si sólo les das comida, no hay esperanza. Les tenés que dar un oficio, mostrarles que pueden encontrar una pasión, una alternativa.
NQ: -Hay que "jugar" mucho con los juegos y los castigos. La adolescencia es la edad justa para hacerlo.
AI: -Hay que atender a los pibes que aún no fueron castigados por la droga y que no están "pasados", que son muchos y se puede hacer algo por ellos.
-¿La crispación que exhibe la política tiene algún tipo de incidencia en los delitos?
AI: -No sé en el delito, pero incrementa la inseguridad, seguramente, con más violencia.
GM: -En algunos tipos de delitos sí la tiene, como en las lesiones.
NQ: -Esta política de crispación, que todo lo toma en son de guerra, hace que toda la sociedad reaccione crispada y muy duramente. Lo que puede ser una contestación educada se transforma en una contestación agria; una discusión en la calle se va a las manos. Y así sucesivamente.
GM: -Lo perverso del sistema es que acá los políticos intentan que al otro le vayan mal. No importa quien gane.
-¿Bajar la edad de imputabilidad penal es una solución?
AI: -No va a resolver nada. Va a llenar de pibes las comisarías y los institutos. Va a haber muchos chicos presos. Hay que trabajar en la asistencia social a las familias de esos chicos.
NQ: -Un tipo que sabe y tiene conciencia del daño que hizo debe tener una sanción. Que sepa que cuando se hace algo se tiene que pagar. Es muy duro, pero hay chicos que no les importa que los mates, para ellos ni su vida vale.
GM: -Hay que hacer un estudio serio sobre el tema. No es una solución del derecho penal, sí de un estudio antropológico y psicológico determinar cuándo el tipo entiende lo que hace. Y a partir de allí, decidir.
-¿Cuál es la perspectiva frente a la situación actual?
NQ: -Esto puede recrudecer. ¿Piensan que a un gobierno al que no le interesa la seguridad, que nunca debatió un proyecto, que jamás dio un discurso serio a la policía y que además hace pelear a las distintas policías [por la Federal y la Metropolitana) puede mejorar la seguridad? Es imposible.
GM: -Tarde o temprano nos vamos a tener que juntar para discutir cómo salimos, porque si no va a ser la gente la que nos lo imponga. Hay que ser descarnado y darse cuenta de que la única manera de salir adelante es crear una política de consenso para los próximos 20 años.
Los personajes
NORBERTO QUANTIN
Ex secretario de seguridad interior
* Profesión : abogado y criminólogo
* Doctorado en ciencias criminológicas en Madrid, fue docente de Derecho Penal en la UBA y fiscal de la Cámara en lo Criminal y Correccional porteña. Con la reforma judicial de 1995, se desempeñó en el Ministerio Público como fiscal general. Investigó todo tipo de delitos. Fue secretario de Seguridad Interior durante los primeros trece meses del gobierno de Néstor Kirchner
GUILLERMO MONTENEGRO
Ministro de Justicia y seguridad
* Profesión : abogado
* Fiscal durante 12 años, en octubre de 2004 el Consejo de la Magistratura lo nombró juez, a cargo del Juzgado Federal N° 7. Allí tuvo a su cargo el resonante caso Skanska, en el que investigó el pago de sobornos de esa empresa a funcionarios del gobierno de Néstor Kirchner. En 2007 renunció al Poder Judicial para sumarse al gobierno de Mauricio Macri en la ciudad, como ministro de Justicia y Seguridad.
ALEJANDRO ISLA
Investigador del Conicet y Flacso
* Profesión : antropólogo
* Doctorado en Antropología en la UBA, con una especialización en antropología política y violencia, es investigador de carrera del Conicet y dirige la maestría de Antropología Social en Flacso. Desde hace años es un estudioso de la violencia delictiva, las transformaciones sociales y la inseguridad en el Cono Sur. Publicó numerosas investigaciones sobre esas temáticas.